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Una ánfora[1] (del gr.: ἀμφορεύς /ámphoreus/ "portar por ambos lados") es un recipiente cerámico de gran tamaño con dos asas y un largo cuello estrecho.
Aparecen por primera vez en las costas del Líbano y Siria, durante el siglo XV a. C. y se extienden por todo el mundo antiguo. Fueron empleadas primero por los egeos, en la ciudad cretense de Knossos, y más tarde por los antiguos griegos y romanos como principal medio de almacenamiento de la uva, el vino, las aceitunas, el aceite de oliva, los cereales, el pescado y otros productos básicos, también salsas de pescado, tipo garo. Se elaboraban a gran escala en los tiempos de la Antigua Grecia y su uso fue común en todo el Mediterráneo hasta el siglo VII, cuando fueron sustituidas por recipientes de madera y piel.
En el dominio de la arqueología, la anforología es una especialidad muy desarrollada. La existencia de un gran número de tipos de ánforas, su evolución de larga duración y una vasta zona de uso en la Antigüedad, constituye un elemento importante de datación.
Los primeros tipos griegos presentaban un perfil curvo continuo. Las ánforas más modernas y las romanas presentan claramente diferenciada la parte alta (cuello y boca) del resto del cuerpo.
Aunque son mayoritariamente de cerámica, se han encontrado ánforas de metal y de otros materiales.
También, anteriores a las ánforas griegas, se encuentran las de origen minoico y cretomicénico, propias de la cultura egea que, si bien en un inicio serían imitación pura de las ánforas egipcias, adquirirían gran originalidad con el tiempo. Hechas principalmente de bronce, las ánforas y vasijas egeas, representaban, sobre todo, motivos marinos: peces, pulpos, algas, caracoles y estrellas de mar.